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Competencias y contradicciones

La vida está llena de contradicciones y estamos acostumbrados a ellas. Muchas las hemos normalizado y ya ni nos percatamos de ellas. La noche y el día; alto y bajo; flaco y gordo; lindo y feo; izquierda y derecha y otras tantas contradicciones que se nos presentan casi conforman la normalidad de nuestro diario vivir. Vivimos la vida buscando formas de salvar estas contradicciones para crear un mundo más o menos ordenado dentro del cual podamos vivir sanamente. Hablamos de establecer orden en el caos para explicar, irónicamente con otra contradicción, cómo organizamos nuestro entorno para que tenga sentido y atienda nuestras necesidades.

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Hoy no traemos sugerencias, sino reflexiones. Hoy proponemos que evalúes las realidades y establezcas las soluciones que mejor se adapten a tu realidad. Vámonos en un viaje corto, sin conexión, pero conectado.


Fíjense que las primeras ciudades nacieron hacen miles de años en la región de Mesopotamia. Estas ciudades buscaban promover la colaboración y abandonar una vida nómada para acercarse a un estilo de vida que les permitiera crear comunidad. El propósito primordial era garantizar una supervivencia que no requiriera de la lucha individual para conseguir los medios para vivir. Por el contrario, la ciudad proveía las redes de conexiones que permitían alejarse de una vida individualista y perseguir la relación y el colectivo. Interesantemente, estas primeras ciudades se fundaron cercano a lo que hoy es Turquía, Iraq e Irán y, posteriormente en regiones de China cercanas a los cuerpos de agua.


Muchos años después, el conglomerado de ciudades dio paso a la creación de fronteras que nos permitieron desarrollar un mundo internacional. La colaboración entre países también ha sido un corolario propuesto a través de los siglos para establecer que nos necesitamos unos a otros. Las relaciones entre países garantizan una convivencia estratégica que nos permite desarrollarnos como partes de un todo. Incluso, hemos oído hablar del patrimonio del mundo queriendo decir que hay mucho sobre esta tierra que no le pertenece a nadie en particular, sino a todos en general.


Así nos ha surgido la globalización y el acercamiento de unas fronteras con otras. Con la globalización, también ha venido el desarrollo de la tecnología que nos ha permitido estar en varios sitios a la misma vez. El internet se creó, precisamente, para acortar esas distancias; para darnos acceso a siete océanos de accesos e información sin que existan las fronteras. Ahora podemos visitar lugares sin fin, acceder a más información de la que podemos imaginar y conocer personas que, de otra manera, jamás hubiésemos podido ver.


En estos tres casos, la humanidad se ha dado a la tarea de establecer redes que buscan facilitar la asociación, la colaboración y la vida en comunidad. Son construcciones sociales que permiten abrir espacios comunes con el fin de integrar. Las ciudades son un microcosmos del más amplio mundo internacional, y el entorno internacional es, a su vez, un micro del vasto universo al que nos da acceso el internet. Los tres construyen redes y establecen conexiones. Lo que me choca es que, aquello que se desarrolló para unir, los humanos lo usemos para competir y no de la mejor forma. Peleamos en las redes sociales por el codiciado primer lugar. Los seguidores (follows) son ahora más importantes que la conexión y el enlace con gente que, sin esto, no hubiésemos podido conocer. Esta misma batalla irónica se recrea en la ciudad con los vecinos y en el mundo internacional entre países que no parecen tener la capacidad de ponerse de acuerdo ni siquiera con el concepto de la frontera.


Tenemos que repensar nuestros propósitos y nuestras prioridades. Si creamos espacios de colaboración y promovemos la pelea, no estamos logrando mucho. Nos contradecimos todos los días en un mundo de competencias que fue creado para la colaboración, la conexión y el bien común.


 
 
 

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